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El matrimonio civil y religioso - Catecismo - Editorial - 15-12-2020 Este tema es muy largo para desarrollar, de hecho casi interminable. Pues muchos buscarán un consejo, otros saber características de un matrimonio. Por tanto lo hemos separado en dos partes: La primera comenzando con el matrimonio ante autoridades civiles y siguiendo con el matrimonio religioso, y la segunda parte mencionamos los números principales de la temática del Catecismo de la Iglesia Católca, que previo a los comentarios que hemos planteado en la primera parte, serán un poco más fácil de entender para el lector la concepción del matrimonio tanto en uniones civiles como en el matrimonio consagrado a Dios. Su diferencia, Su origen. Su institución. Y con buena suerte, es probable que consiga un buen consejo de como mejorar su relación matrimonial, o saber cómo debe ser la misma.
Debemos aclarar, principalmente en este tema, que en caso de querer comentar su opinión o postura respecto de este tema (que esperemos hayan), es recomendable guardar las prácticas de sigilo sacramental, planteando generalidades de casos, y no señalando personas ni en donde, ni con quién, ni cuestión similar. Es decir, los comentarios deben ser impersonales y generales.
Matrimonio ante autoridades civiles
Este es la unión civil, no válido ante Dios, por no haber una consagración. La pareja simplemente realiza un acto formal en el cual se constituye la Sociedad Comercial Conyugal, es decir, institución legal en la cual se comparten los bienes y protege los mismos ante el fallecimiento de uno de los cónyuges para que hereden los hijos y el viudo/a no quede en estado desamparado.
El origen de este tipo de uniones es básicamente producto de acomodar en cuanto a aspectos legales lo que ya existía entre judíos y cristianos para evitar que quedaran herencias vacantes, en otras palabras, herencias sin herederos que finalmente quedaban en manos del Estado. Con el fin de realizar un ordenamiento legal en cuanto a bienes respecta y establecer los derechos y obligaciones de los mismos.
Es un requisito indispensable para que el matrimonio tanto civil como religioso (en la Iglesia Católica) sea válido que el mismo sea por voluntad de las partes y no forzado (obligado). Siendo esto un causal de nulidad (o divorcio en algunos países) tanto para el matrimonio civil, como para el matrimonio religioso. Siendo diferente el divorcio de la nulidad, pues en éste último caso, el matrimonio jamás se llevó a cabo, nunca existió. Asimismo hay nulidad ante autoridad civil, si en el mismo se comprueba un acto simulado con el fin de reducir el pago de impuestos por derechos sucesorios, obtener una nacionalidad o bien, un derecho arrendatario. En el caso de causales de nulidad, dependerá exclusivamente de cada caso y lo que determine el Tribunal Eclesiástico.
También hay un impedimento de matrimonio, tanto civil como en el religioso, si las partes presentan un tipo de parentesco muy cercano. También por cuestión etaria, estableciéndose una dispensa en la mayoría de los países a partir de los 14 años.
Así como en el matrimonio religioso la mujer poseía una posición inferior ante el hombre en el Antiguo Testamento, y en el Nuevo Testamento posee una posición de mayor equidad, en el matrimonio civil también sucedió lo mismo, pues en un principio se concedían dotes siendo las mismas no patrimonio de quién las recibía, sino de su familia, y la mujer, diremos que al menos, no era bien visto que mantuviera acciones administrativas de bienes. Las uniones civiles por tanto, han ido evolucionando.
Hasta no hace muchos años, se encontraba penado por el Estado, en casi todos los países hispanos el adulterio con pena de prisión o multa. En la actualidad sólo queda Costa Rica con este tipo de pena, no habiendo sido jamás llevada a la práctica.
Matrimonio religioso
Con respecto al tema del matrimonio religioso, ciertamente habrá mucho para hablar. Ya que debido a que los protestantes no tienen al matrimonio como un sacramento instituido por Dios, debemos ir a ciertos detalles para dar a luz su origen, y como Dios lo ha instituido, al menos en sus puntos básicos, pues hay más citas de las que mencionaremos en el siguiente texto, por lo que nos remitiremos a ciertos puntos básicos únicamente, consecuentemente deberemos comenzar como siempre, desde el principio, esto es, en el Génesis. Veamos entonces, a la primera pareja de la humanidad en el siguiente pasaje, leyéndolo con atención:
Gén 2:15 Tomó, pues, Yahveh Dios al hombre y le dejó en al jardín de Edén, para que lo labrase y cuidase.
Gén 2:16 Y Dios impuso al hombre este mandamiento: «De cualquier árbol del jardín puedes comer,
Gén 2:17 mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.»
Gén 2:18 Dijo luego Yahveh Dios: «No es bueno que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada.»
1) Imposición de una primera orden: Poder comer de cualquier árbol, con excepción del árbol de la ciencia del bien y del mal.
2) El hombre se encontraba solo, Dios consecuentemente le busca una ayuda adecuada (versículo 18)
Gén 2:19 Y Yahveh Dios formó del suelo todos los animales del campo y todas las aves del cielo y los llevó ante el hombre para ver cómo los llamaba, y para que cada ser viviente tuviese el nombre que el hombre le diera.
Gén 2:20 El hombre puso nombres a todos los ganados, a las aves del cielo y a todos los animales del campo, mas para el hombre no encontró una ayuda adecuada.
3) Dios hace todos los animales del campo y el hombre le pone nombre a cada uno, no encontrando en ellos una ayuda adecuada (versículos 19 y 20).
4) Notar en el versículo 20 que habiéndole dado nombre a todos los animales, no encontró ninguno que le sea una ayuda adecuada, en otras palabras, alguien de su agrado.
Gén 2:21 Entonces Yahveh Dios hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió. Y le quitó una de las costillas, rellenando el vacío con carne.
Gén 2:22 De la costilla que Yahveh Dios había tomado del hombre formó una mujer y la llevó ante el hombre.
5) Versículos 21 y 22: Dios quita una costilla de Adán, rellenando ese espacio con carne y forma a Eva. La enseñanza teológica de estos versículos es que la mujer es parte del hombre, y viene del hombre, tal como San Pablo dice en el siguiente pasaje:
1Co 11:7 El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues es imagen y reflejo de Dios; pero la mujer es reflejo del hombre.
1Co 11:8 En efecto, no procede el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre.
1Co 11:9 Ni fue creado el hombre por razón de la mujer, sino la mujer por razón del hombre.
1Co 11:10 He ahí por qué debe llevar la mujer sobre la cabeza una señal de sujeción por razón de los ángeles.
1Co 11:11 Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor.
1Co 11:12 Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios.
En otras palabras, aunque aparente que detrás hay un machismo, no es del todo así. Hay que ponerse en el lugar cultural en el tiempo en que fue escrito tanto el Génesis como la 1era carta a los corintios. El Génesis fue escrito poco después ya de la época de Moisés, por tanto el sentido de pertenencia del hombre a la mujer era el énfasis en el que se tomaba en el Antiguo Testamento. Recién en el Nuevo Testamento podemos ver que tanto el hombre como la mujer en un matrimonio se encuentran a la par. Porque la mujer procede del hombre, pero a su vez, éste nace de una mujer siendo todo proveniente de Dios.
En el versículo 22 es importante dar cuenta de que la mujer es llevada por Dios ante el hombre. El lector deberá asociar entonces a la imagen percibida en un matrimonio: ¿Quién entrega a la novia en un matrimonio en la actualidad? Sí, la respuesta es correcta, el padre. La mujer fue llevada por su padre ante el hombre. Esto implica que el suegro del hombre, es Dios mismo. Y a su vez, el suegro de la mujer, es también Dios, quien como no hasta hace mucho tiempo se acostumbraba, el padre del novio buscaba mujer para su hijo. Siendo Dios mismo, valga la redundancia de la idea, suegro y padre del matrimonio.
Gén 2:23 Entonces éste exclamó: «Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne. Esta será llamada mujer, porque del varón ha sido tomada.»
6) Tendremos que recordar el texto previo a estas alturas: Dios le había dado forma a todos los animales, Adán le puso nombre a cada uno de ellos pero no se sintió identificado con ninguno de estos animales. Cuando Dios le presenta a Eva, Adán se puso contento, pues vio en ella, un buen complemento. “hueso de mis huesos y carne de mi carne”, es decir, hay una unidad en el matrimonio, esa pareja, se vuelve uno.
En el matrimonio, cuando 2 se vuelven uno, ya sea en el espíritu ministerial que el matrimonio implica o bien, cuando se tiene hijos fruto del mismo, hay un misterio envuelto, por tanto, al ser misterio, es un SACRAMENTO. En este caso, es un sacramento instituido por Dios desde un principio. En el Antiguo Testamento hasta la introducción del sacerdocio Aaronita el matrimonio era la simple consumación del mismo dando como fruto un hijo. Aquella mujer que daba hijo a varón, se convertía automáticamente en su esposa.
Junto con la institución del sacerdocio Aaronita, conviven las dos formas: quien le da un hijo a varón, ésta se convierte automáticamente en su esposa, y la segunda forma es el matrimonio celebrado con una boda y un sacerdote que bendice a la pareja. Se utilizaba en forma regular la figura de desposorio, es decir, un contrato prenupcial en el que se establece una dote a pagar por la mujer y que se debía cumplimentar previo a la celebración de la boda. Siendo el matrimonio el único sacramento en el que no se recibe más que una bendición (y no es poco).
Gén 2:24 Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne.
7) Aunque sea doloroso, tanto para el hombre como para la mujer, el matrimonio será la causa por la que se dejará al padre y a la madre para unirse a su esposa y se harán una sola carne (sacramento).
Veamos por tanto, en qué parte de la Biblia dice que el matrimonio es un sacramento, analizando a otra cita, que parafrasea esta misma cita:
Efe 5:31 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.
Efe 5:32 Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia.
Efe 5:33 En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.
Ciertamente, San Pablo enseñó que esta cita es un GRAN MISTERIO, respecto a Cristo y la Iglesia (no dejando de referirse al matrimonio, pues ambos, se vuelven uno).
Veamos las palabras del mismo Jesús, respecto a este tema:
Jua 17:22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno:
Jua 17:23 yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí.
Gén 2:25 Estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, pero no se avergonzaban uno del otro.
8) Gran cita es esta, aunque pase desapercibida en todos sus significados. En un matrimonio no debe haber vergüenza el uno con el otro. Pues los esposos, deben ser uno. Veamos un pasaje relacionado a este tema, que tanto preocupan a los matrimonios:
Jua 8:3 Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio
Jua 8:4 y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Jua 8:5 Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?»
Jua 8:6 Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
Haremos aclaratoria de cita a la que refieren en la Ley:
Deu 17:2 Si hay en medio de ti, en alguna de las ciudades que Yahveh tu Dios te da, un hombre o una mujer que haga lo que es malo a los ojos de Yahveh tu Dios, violando su alianza,
Deu 17:3 que vaya a servir a otros dioses y se postre ante ellos, o ante el sol, la luna, o todo el ejército de los cielos, cosa que yo no he mandado,
Deu 17:4 y es denunciado a ti; si, después de escucharle y haber hecho una indagación minuciosa, se verifica el hecho y se comprueba que en Israel se ha cometido tal abominación,
Deu 17:5 sacarás a las puertas de tu ciudad a ese hombre o mujer, culpables de esta mala acción, y los apedrearás, al hombre o a la mujer, hasta que mueran.
Deu 17:6 No se podrá ejecutar al reo de muerte más que por declaración de dos o tres testigos; no se le hará morir por declaración de un solo testigo.
Deu 17:7 La primera mano que se pondrá sobre él para darle muerte será la de los testigos, y luego la mano de todo el pueblo. Así harás desaparecer el mal de en medio de ti.
Mencionada ya la Ley a la que referían los escribas y fariseos, proseguiremos con el pasaje, pues Juan 8 refiere a Deu 17 en cuanto a contenido de Ley respecta:
Jua 8:7 Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.»
Jua 8:8 E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra.
Jua 8:9 Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
Jua 8:10 Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?»
Jua 8:11 Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»
Jua 8:12 Jesús les habló otra vez diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.»
Jua 8:13 Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale.»
Jua 8:14 Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy.
Jua 8:15 Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie;
Jua 8:16 y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado.
Jua 8:17 Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido.
Jua 8:18 Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí.»
Jua 8:19 Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre.»
Ciertamente, es una situación vergonzosa la del adulterio. La Ley mandaba a apedrear a aquella persona que cometiera adulterio. Sabiendo que en el Antiguo Testamento la poligamia era permitida y generalmente era la mujer la que era apedreada, aunque ambos deberían haber sido apedreados.
¿Por qué Cristo se puso a escribir en la tierra ante un caso de adulterio? La respuesta puede ser más sencilla de lo que parece: cuando se escribe en tierra, rápido se borra.
Con esto, esta Editorial no quiere decir que un matrimonio sea permisivo al adulterio, sino que incluso lo más duro se debe perdonar para llevar adelante la relación de esposos.
Sino que, al contrario del Antiguo Testamento que permitía dejar esposa (repudiarla) por motivo cualquiera y bastaban 2 testigos y decirle a la mujer “fuera de aquí”. En el Nuevo Testamento, esto ya no es así, pues tampoco hay divorcio como tal. Aunque los hermanos separados digan “hay divorcio porque hubo adulterio”, veamos que dice la Biblia al respecto:
Mat 19:3 Y se le acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, le dijeron: «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?»
Mat 19:4 El respondió: «¿No habéis leído que el Creador, desde el comienzo, los hizo varón y hembra,
Mat 19:5 y que dijo: Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne?
Mat 19:6 De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió no lo separe el hombre.»
Observación: Cristo se encuentra citando el texto planteado en un principio. Génesis 2, 25, en el cual se instituye el matrimonio.
Mat 19:7 Dícenle: «Pues ¿por qué Moisés prescribió dar acta de divorcio y repudiarla?»
Mat 19:8 Díceles: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así.
Observación: Cristo aclara que, en un principio, Adán y Eva, vivían juntos, y nadie más estaba en medio, ya sea poligamia, problemas matrimoniales, pues eran la única pareja y siguieron juntos a pesar de los problemas (incluso con la expulsión del jardín del Edén). Pero con el tiempo, el hombre comenzó a pensar en dejar a la mujer, e irse con otra, y por ello, la Ley admitía tanto la poligamia como repudiar a la mujer, pero que no es el designio de Dios desde un inicio, sino que se permitió por la dureza del corazón del hombre en general.
Mat 19:9 Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer - no por fornicación - y se case con otra, comete adulterio.»
Observación: Aquí hay un cambio en la Ley, porque así dice la Ley de Moisés escrita sobre tablas de piedra:
Éxo 20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.»
Es decir, a la mujer de tu prójimo no está permitido CODICIAR, pero no está escrito que la mujer no pudiera CODICIAR hombre de su prójimo. (poligamia permitida bajo Ley de Moisés)
Rom 7:6 Mas, al presente, hemos quedado emancipados de la ley, muertos a aquello que nos tenía aprisionados, de modo que sirvamos con un espíritu nuevo y no con la letra vieja.
Ahora bien, como dice Cristo en Mat 19, 9 quien se case con otra mujer, comete adulterio. No se permite ni la poligamia, ni labrar divorcio ni repudiar a la mujer.
La poligamia a la monogamia, junto con el cambio de día sábado al domingo, forman parte de los cambios del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento
Gál 4:9 Mas, ahora que habéis conocido a Dios, o mejor, que él os ha conocido, ¿cómo retornáis a esos elementos sin fuerza ni valor, a los cuales queréis volver a servir de nuevo?
Gál 4:10 Andáis observando los días, los meses, las estaciones, los años.
Gál 4:11 Me hacéis temer no haya sido en vano todo mi afán por vosotros.
Gál 4:12 Os ruego que os hagáis como yo, pues yo me hice como vosotros. Ningún agravio me hicisteis.
Aunque algunos como los adventistas digan que siempre hubo monogamia, o como los Testigos de Jehová que al igual que los primeros, guarden el día sábado y la Biblia así no lo prescriba.
Veremos a continuación la opinión de los Apóstoles al escuchar sobre esta cuestión:
Mat 19:10 Dícenle sus discípulos: «Si tal es la condición del hombre respecto de su mujer, no trae cuenta casarse.»
Sí, los Apóstoles le dijeron a Cristo mismo, en su cara, que si no se pueden divorciar ni repudiar a la mujer cuando ésta se vuelva vieja e insoportable, no conviene casarse. Por tanto hay una indisolubilidad del matrimonio.
Veamos si Cristo les contesta “Pero deben casarse igualmente” o bien, “Opinan cualquier cosa ustedes, si hay una causa válida, pueden divorciarse”:
Mat 19:11 Pero él les dijo: «No todos entienden este lenguaje, sino aquellos a quienes se les ha concedido.
No, Cristo no les contestó ni que había que casarse o que se podían divorciar, por tanto, veremos qué es lo que explica:
Mat 19:12 Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda.»
Consecuentemente, nos encontramos con que hay eunucos, es decir, gente no apta para reproducirse, porque así han nacido.
También hay eunucos que se hicieron así mismos así, por causa del Reino de los Cielos, es decir, que no se casan con motivo al Reino de los Cielos.
Es decir, la Biblia no se encuentra en contra del matrimonio en si, pero de ser así, son bajo ciertos términos que se deben respetar y en las conclusiones finales expondremos algunos de estos.
Hasta aquí tenemos lo siguiente: el matrimonio instituido por Dios desde un principio, en sus dos formas de concebirse como tal. Sabiendo que no existía un matrimonio ante autoridades civiles pues eso se vuelve costumbre varios siglos después de Cristo.
A continuación, veremos que dice San Pablo acerca del matrimonio, acerca de la soltería, y acerca de la viudez:
1Co 7:1 En cuanto a lo que me habéis escrito, bien le está al hombre abstenerse de mujer.
1Co 7:2 No obstante, por razón de la impureza, tenga cada hombre su mujer, y cada mujer su marido.
1Co 7:3 Que el marido dé a su mujer lo que debe y la mujer de igual modo a su marido.
1Co 7:4 No dispone la mujer de su cuerpo, sino el marido. Igualmente, el marido no dispone de su cuerpo, sino la mujer.
1Co 7:5 No os neguéis el uno al otro sino de mutuo acuerdo, por cierto tiempo, para daros a la oración; luego, volved a estar juntos, para que Satanás no os tiente por vuestra incontinencia.
1Co 7:6 Lo que os digo es una concesión, no un mandato.
1Co 7:7 Mi deseo sería que todos los hombres fueran como yo; mas cada cual tiene de Dios su gracia particular: unos de una manera, otros de otra.
1Co 7:8 No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo.
1Co 7:9 Pero si no pueden contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse.
1Co 7:10 En cuanto a los casados, les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido,
1Co 7:11 mas en el caso de separarse, que no vuelva a casarse, o que se reconcilie con su marido, y que el marido no despida a su mujer.
1Co 7:12 En cuanto a los demás, digo yo, no el Señor: Si un hermano tiene una mujer no creyente y ella consiente en vivir con él, no la despida.
1Co 7:13 Y si una mujer tiene un marido no creyente y él consiente en vivir con ella, no le despida.
1Co 7:14 Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente. De otro modo, vuestros hijos serían impuros, mas ahora son santos.
1Co 7:15 Pero si la parte no creyente quiere separarse, que se separe, en ese caso el hermano o la hermana no están ligados: para vivir en paz os llamó el Señor.
1Co 7:16 Pues ¿qué sabes tú, mujer, si salvarás a tu marido? Y ¿qué sabes tú, marido, si salvarás a tu mujer?
1Co 7:17 Por lo demás, que cada cual viva conforme le ha asignado el Señor, cada cual como le ha llamado Dios. Es lo que ordeno en todas las Iglesias.
Comentarios de este pasaje: San Pablo recomienda claramente el hecho de no casarse, tal como le habían referido los Apóstoles al mismo Cristo cuando ya les había anunciado que a partir de ese momento, no podía haber ni repudio ni acta de divorcio. De hecho, así como en Gén 2, 21 Dios saca una costilla de Adán para formar a Eva, al hombre le falta sólo una costilla, es decir, su costilla es una sola mujer.
Si bien la monogamia es en un principio, no había mandato inicial que prohibiera la poligamia, y en un principio no la hubo, sino que con el tiempo el hombre creyó que era correcto, por tanto en la Ley de Moisés no se exhibe restricción en la poligamia o monogamia, sino que admite la poligamia. La monogamia se establece la monogamia en los pasajes que ya hemos citado principalmente, se muestra este tema.
Veamos lo que establece la Ley de Moisés al respecto:
Éxo 20:14 No cometerás adulterio.
Éxo 20:15 No robarás.
Éxo 20:16 No darás testimonio falso contra tu prójimo.
Éxo 20:17 No codiciarás la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de tu prójimo.»
El mandamiento de No cometerás adulterio, quedó igual. No robarás, quedó igual. No darás testimonio falso contra tu prójimo, quedó igual. Ahora bien, el mandamiento de No codiciarás a la casa de tu prójimo, ni codiciarás la mujer de tu prójimo (…) tiene un cambio, pues la mujer en el Antiguo Testamento es considerado un “bien” bajo terminología económica. San Pablo en 2Co 7, 2 pone en circunstancia de equidad tanto al hombre como la mujer, e indica una sola unión en matrimonio, es decir, monogamia. Ya no es un “bien” la mujer. Por tanto la mujer en el Nuevo Testamento queda incluida dentro de “No cometerás adulterio”, es decir, que la mujer no vaya con otro, ni el hombre puede ir más con otra mujer aparte de la que tenga.
Una costilla, que proviene de Adán, para formar a Eva, y ambos harán una sola carne. Es decir, ambos se encuentran bajo un mismo espíritu y fruto del matrimonio derivará en uno como la pareja.
Conclusiones parciales (hasta esta parte del texto):
1) En el Nuevo Testamento hay un matrimonio indisoluble. Pues hay un impedimento dado por Cristo mismo para repudiar mujer o labrar acta de divorcio
2) Caso de una separación, ésta es posible, es decir, vivir distanciados sin volverse a casar.
3) Ya que no hay divorcio, ni se puede repudiar mujer, ¿Qué es posible? Existe otra figura, que es la anulación matrimonial. Es decir, contravenido el contrato matrimonial, es posible mediante tribunal eclesiástico determinar (presentando las pruebas de la causa) que el matrimonio fue nulo, en otras palabras, que ese matrimonio jamás existió.
4) Caso anterior, del punto 3, San Pablo recomienda no andar buscando otra pareja, hay personas que han nacido para la soltería, y otros para casarse, citamos en 1Co 7, 8: “bien les está quedarse como yo”
5) En el Antiguo Testamento se admitía la poligamia, al contrario del Nuevo Testamento en el que las relaciones matrimoniales son monogámicas únicamente.
6) Una de las claves del matrimonio será siempre un compartirse el uno al otro, sin vergüenza alguna, pero dándose lugar también a la oración, que paulatinamente mejorará la oración. San Pablo refiere a limitar los tiempos de las actividades.
7) Situación de equidad del hombre con respecto a la mujer en el Nuevo Testamento, opuesto a la situación que presentaba la mujer (que se encontraba en situación inferior) en el trascurso del Antiguo Testamento.
Institución del matrimonio como sacramentos
Ya todo el texto previo otorga una alta certeza de haber un misterio dentro del matrimonio, y como tal, le convierte en un sacramento instituido por Dios. Desafortunadamente, no todo aquel que diga ser cristiano, tiene al matrimonio como sacramento, siendo a duras penas considerado como tal al Bautismo, y no es esta una doctrina mayoritaria de considerar al bautismo como sacramento.
Efe 5:31 Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne.
Efe 5:32 Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia.
Efe 5:33 En todo caso, en cuanto a vosotros, que cada uno ame a su mujer como a sí mismo; y la mujer, que respete al marido.
Habiendo un misterio en el matrimonio, consecuentemente el mismo es un SACRAMENTO.
Postura con respecto al matrimonio de los hermanos separados
Podemos afirmar que una inmensa mayoría del protestantismo, a pesar de que la Biblia diga que no se puede labrar acta de divorcio porque una vez casado, si se va con otra, cometerá adulterio; admiten el divorcio en caso de divorcio.
Aunque parezca MUY BÍBLICA la postura protestante, ¿Cuál sería el problema?
La Biblia como ya hemos mencionado, sólo admite el divorcio en caso de fornicación, es decir, una unión civil, o bien “de hecho”, siendo ésta figura la que existió por buen tiempo. Recordando que, en el Antiguo Testamento, mujer que le daba hijo a varón, ésta se convertía automáticamente en su esposa (sin boda), y también existía el matrimonio con boda. Cristo en el pasaje en el que habla del divorcio, se encuentra abrogando lo primero, para establecer lo segundo.
Heb 10:9 entonces - añade -: He aquí que vengo a hacer tu voluntad. Abroga lo primero para establecer el segundo.
Heb 10:10 Y en virtud de esta voluntad somos santificados, merced a la oblación de una vez para siempre del cuerpo de Jesucristo.
Es otras palabras, sólo se admite el matrimonio consagrado a Dios, el cual siendo un sacramento, por ser un misterio, hay alguien que lo MINISTRA (un sacerdote). Al no tener sacerdotes los protestantes por no reconocer la imposición de manos, ni la figura Papal, realizan un rito de matrimonio, pero NO HAY CONSAGRACIÓN.
Prohibición del matrimonio
1Ti 4:1 El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas,
1Ti 4:2 por la hipocresía de embaucadores que tienen marcada a fuego su propia conciencia;
1Ti 4:3 éstos prohíben el matrimonio y el uso de alimentos que Dios creó para que fueran comidos con acción de gracias por los creyentes y por los que han conocido la verdad.
1Ti 4:4 Porque todo lo que Dios ha creado es bueno y no se ha de rechazar ningún alimento que se coma con acción de gracias;
1Ti 4:5 pues queda santificado por la Palabra de Dios y por la oración.
1Ti 4:6 Su tú enseñas estas cosas a los hermanos, serás un buen ministro de Cristo Jesús, alimentado con las palabras de la fe y de la buena doctrina que has seguido fielmente.
Los protestantes señalan a los clérigos de la Iglesia Católica como la prohibición de matrimonio realizada por embaucadores (señalada por San Pablo).
Este punto es muy importante, para poder identificar a los embaucadores a los que refiere San Pablo.
1Co 7:8 No obstante, digo a los célibes y a las viudas: Bien les está quedarse como yo.
Un clérigo es célibe. ¿San Pablo mismo prohibió el matrimonio? No. Tampoco hay indicación de que un clérigo se deba casar o no, sino recomendación del tema.
Para comenzar, debemos aclarar que no todo el clero debe ser célibe en la configuración actual de la Iglesia Católica. En primer lugar, los diáconos son parte del clero, y tanto en occidente como en oriente éstos pueden casarse. En segundo lugar, el sacerdote en los ritos orientales puede casarse previo a ordenarse sacerdote y ser sacerdote casado. En el rito latino (que tiene como Patriarca al Papa, se mantiene el celibato). Es decir, que se mantienen los dos regímenes pero separados por rito. No dependiendo de ubicaciones geográficas, pues ritos orientales tienen también iglesias de ese rito en occidente por las colonias que han ido emigrando de oriente a occidente a lo largo de la historia.
Por tanto, si San Pablo mismo recomendó que no se casen, y los sacerdotes incluso del rito latino pueden casarse (previo dejar los hábitos, pueden casarse igualmente), ¿a qué refiere en 1Ti 4, 3 ? Refiere a aquellas personas, que no siendo sacerdotes, ni considerando el matrimonio como un sacramento instituido por Dios, se supone que casan a las parejas, pero las mismas NO FUERON CONSAGRADAS A DIOS, PORQUE LOS CASÓ CUALQUIERA. Por tanto, viven ante Dios, en una unión civil. Causal de divorcio ya que NUNCA FUERON CONSAGRADOS A DIOS Y VIVEN COMO SI CRISTO NO HUBIERA VENIDO, EN ADULTERIO. NUNCA SE CASARON ANTE LOS OJOS DE DIOS.
En otras palabras, con “alguien cualquiera” nos referimos a todo aquel que sin sucesión apostólica, transmitida mediante imposición de manos de persona a persona, le dice a una pareja que los casará en un matrimonio de validez religiosa. El mismo, no siendo sacerdote, y ni siquiera considerando al matrimonio como un sacramento instituido por Dios, realiza una pantomima de celebración del matrimonio, siendo el mismo, inválido y no tiene una mayor validez al matrimonio celebrado ante una autoridad gubernamental (que en realidad al menos con el matrimonio ante autoridad civil, recibirán algo más que de lo que un pastor protestante pueda dar, porque sólo les dará la bendición para que viva en unión civil una pareja, y nada más). PROHIBIENDO DE ESTA MANERA, EL MATRIMONIO.
Conclusiones:
1) El matrimonio es un sacramento instituido por Dios
2) No existe el divorcio ante Dios, sino en las uniones libres (ante autoridades civiles) ya que nunca se han consagrado ante Dios como pareja
3) Quienes prohíben el matrimonio, son aquellos que sin tener autoridad, celebran ritos matrimoniales haciéndole creer a la pareja que es un matrimonio ante Dios, sin serlo de ninguna manera, permaneciendo de esta forma sin casarse.
4) Al no existir el divorcio ante Ley Divina, sólo existe la anulación matrimonial, que tiene causales limitados para que así se determine.
5) El divorcio ante Dios no existe como enseñan los protestantes, ni mucho menos hay que cometer el pecado de adulterio, como requisito para el divorcio en caso de haberse casado en el único matrimonio que existe, es decir, con un ministro válido y consagrada la pareja a Dios.
RE: El matrimonio civil y religioso - Catecismo - Editorial - 15-12-2020 Algunos números del Catecismo de la Iglesia Católica referente al matrimonio. Aunque puede leer buena parte de lo que refiere al mismo desde el nro. 1601 al 1658
1535
En estos sacramentos, los que fueron ya consagrados por el Bautismo y la Confirmación (LG 10) para el sacerdocio común de todos los fieles, pueden recibir consagraciones particulares. Los que reciben el sacramento del orden son consagrados para "en el nombre de Cristo ser los pastores de la Iglesia con la palabra y con la gracia de Dios" (LG 11). Por su parte, "los cónyuges cristianos, son fortificados y como consagrados para los deberes y dignidad de su estado por este sacramento especial" (GS 48,2).
1601
"La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados" (CIC, can. 1055,1)
1602
La Sagrada Escritura se abre con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y semejanza de Dios (Gén 1:26-27) y se cierra con la visión de las "bodas del Cordero" (Apo 19:7.9). De un extremo a otro la Escritura habla del matrimonio y de su "misterio", de su institución y del sentido que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del pecado y de su renovación "en el Señor" (1Co 7:39) todo ello en la perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf Efe 5:31-32).
1603
"La íntima comunidad de vida y amor conyugal, fundada por el Creador y provista de leyes propias, se establece sobre la alianza del matrimonio... un vínculo sagrado... no depende del arbitrio humano. El mismo Dios es el autor del matrimonio" (GS 48,1). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes y permanente. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre con la misma claridad (cf GS 47,2), existe en todas las culturas un cierto sentido de la grandeza de la unión matrimonial. "La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana está estrechamente ligada a la prosperidad de la comunidad conyugal y familiar" (GS 47,1).
1604
Dios que ha creado al hombre por amor lo ha llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios (Gén 1:2), que es Amor (cf 1Jn 4:8.16). Habiéndolos creado Dios hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf Gén 1:31). Y este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse en la obra común del cuidado de la creación. "Y los bendijo Dios y les dijo: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'" (Gén 1:28).
1605
La Sagrada escritura afirma que el hombre y la mujer fueron creados el uno para el otro: "No es bueno que el hombre esté solo". La mujer, "carne de su carne", su igual, la criatura más semejante al hombre mismo, le es dada por Dios como una "auxilio", representando así a Dios que es nuestro "auxilio" (cf Sal 121:2). "Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (cf Gén 2:18-25). Que esto significa una unión indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando cuál fue "en el principio", el plan del Creador: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mat 19:6).
1606
Todo hombre, tanto en su entorno como en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede manifestarse de manera más o menos aguda, y puede ser más o menos superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero siempre aparece como algo de carácter universal.
1607
Según la fe, este desorden que constatamos dolorosamente, no se origina en la naturaleza del hombre y de la mujer, ni en la naturaleza de sus relaciones, sino en el pecado. El primer pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus relaciones quedan distorsionadas por agravios recíprocos (cf Gén 3:12); su atractivo mutuo, don propio del creador (cf Gén 2:22), se cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (cf Gén 3:16b); la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de multiplicarse y someter la tierra (cf Gén 1:28) queda sometida a los dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf Gén 3:16-19).
1608
Sin embargo, el orden de la Creación subsiste aunque gravemente perturbado. Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia infinita, jamás les ha negado (cf Gén 3:21). Sin esta ayuda, el hombre y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas en orden a la cual Dios los creó "al comienzo".
1609
En su misericordia, Dios no abandonó al hombre pecador. Las penas que son consecuencia del pecado, "los dolores del parto" (Gén 3:16), el trabajo "con el sudor de tu frente" (Gén 3:19), constituyen también remedios que limitan los daños del pecado. Tras la caída, el matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre sí mismo, el egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda mutua, al don de si.
1610
La conciencia moral relativa a la unidad e indisolubilidad del matrimonio se desarrolló bajo la pedagogía de la Ley antigua. La poligamia de los patriarcas y de los reyes no es todavía prohibida de una manera explícita. No obstante, la Ley dada por Moisés se orienta a proteger a la mujer contra un dominio arbitrario del hombre, aunque ella lleve también, según la palabra del Señor, las huellas de "la dureza del corazón" de la persona humana, razón por la cual Moisés permitió el repudio de la mujer (cf Mat 19:8; Deu 24:1).
1611
Contemplando la Alianza de Dios con Israel bajo la imagen de un amor conyugal exclusivo y fiel (cf Os 1-3; Is 54.62; Jr 2-3. 31; Eze 16:62; 23), los profetas fueron preparando la conciencia del Pueblo elegido para una comprensión más profunda de la unidad y de la indisolubilidad del matrimonio (cf Mal 2:13-17). Los libros de Rut y de Tobías dan testimonios conmovedores del sentido hondo del matrimonio, de la fidelidad y de la ternura de los esposos. La Tradición ha visto siempre en el Cantar de los Cantares una expresión única del amor humano, en cuanto que éste es reflejo del amor de Dios, amor "fuerte como la muerte" que "las grandes aguas no pueden anegar" (Cnt 8:6-7).
1612
La alianza nupcial entre Dios y su pueblo Israel había preparado la nueva y eterna alianza mediante la que el Hijo de Dios, encarnándose y dando su vida, se unió en cierta manera con toda la humanidad salvada por él (cf. GS 22), preparando así "las bodas del cordero" (Apo 19:7.9).
1613
En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo -a petición de su Madre- con ocasión de un banquete de boda (cf Jua 2:1-11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo.
1614
En su predicación, Jesús enseñó sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una concesión a la dureza del corazón (cf Mat 19:8); la unión matrimonial del hombre y la mujer es indisoluble: Dios mismo la estableció: "lo que Dios unió, que no lo separe el hombre" (Mat 19:6).
1615
Esta insistencia, inequívoca, en la indisolubilidad del vínculo matrimonial pudo causar perplejidad y aparecer como una exigencia irrealizable (cf Mat 19:10). Sin embargo, Jesús no impuso a los esposos una carga imposible de llevar y demasiado pesada (cf Mat 11:29-30), más pesada que la Ley de Moisés. Viniendo para restablecer el orden inicial de la creación perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (cf Mat 8:34), los esposos podrán "comprender" (cf Mat 19:11) el sentido original del matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de toda la vida cristiana.
1616
Es lo que el apóstol Pablo da a entender diciendo: "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla" (Efe 5:25-26), y añadiendo enseguida: "`Por es o dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne'. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y a la Iglesia" (Efe 5:31-32).
1617
Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Ya el Bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por así decirlo, como el baño de bodas (cf Efe 5:26-27) que precede al banquete de bodas, la Eucaristía. El Matrimonio cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la Iglesia. Puesto que es signo y comunicación de la gracia, el matrimonio entre bautizados es un verdadero sacramento de la Nueva Alianza (cf DS 1800; CIC, can. 1055,2).
1618
Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con El ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales (cf Luc 14:26; Mar_10:28-31). Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya (cf Apo 14:4), para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (cf 1Co 7:32), para ir al encuentro del Esposo que viene (cf Mat 25:6). Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo:
Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda (Mat 19:12).
1619
La virginidad por el Reino de los Cielos es un desarrollo de la gracia bautismal, un signo poderoso de la preeminencia del vínculo con Cristo, de la ardiente espera de su retorno, un signo que recuerda también que el matrimonio es una realidad que manifiesta el carácter pasajero de este mundo (cf 1Co 7:31; Mar 12:25).
1620
Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el Reino de Dios, vienen del Señor mismo. Es él quien les da sentido y les concede la gracia indispensable para vivirlos conforme a su voluntad (cf Mat 19:3-12). La estima de la virginidad por el Reino (cf LG 42; PC 12; OT 10) y el sentido cristiano del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente:
Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad... (S. Juan Crisóstomo, virg. 10,1; cf FC, 16).
1621
En el rito latino, la celebración del matrimonio entre dos fieles católicos tiene lugar ordinariamente dentro de la Santa Misa, en virtud del vínculo que tienen todos los sacramentos con el Misterio Pascual de Cristo (cf SC 61). En la Eucaristía se realiza el memorial de la Nueva Alianza, en la que Cristo se unió para siempre a la Iglesia, su esposa amada por la que se entregó (cf LG 6). Es, pues, conveniente que los esposos sellen su consentimiento en darse el uno al otro mediante la ofrenda de sus propias vidas, uniéndose a la ofrenda de Cristo por su Iglesia, hecha presente en el sacrificio eucarístico, y recibiendo la Eucaristía, para que, comulgando en el mismo Cuerpo y en la misma Sangre de Cristo, "formen un solo cuerpo" en Cristo (cf 1Co 10:17).
1622
"En cuanto gesto sacramental de santificación, la celebración del matrimonio...debe ser por sí misma válida, digna y fructuosa" (FC 67). Por tanto, conviene que los futuros esposos se dispongan a la celebración de su matrimonio recibiendo el sacramento de la penitencia.
1623
Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio. En las tradiciones de las Iglesias orientales, los sacerdotes -Obispos o presbíteros- son testigos del recíproco consentimiento expresado por los esposos (cf. CCEO, can. 817), pero también su bendición es necesaria para la validez del sacramento (cf CCEO, can. 828).
1624
Las diversas liturgias son ricas en oraciones de bendición y de epíclesis pidiendo a Dios su gracia y la bendición sobre la nueva pareja, especialmente sobre la esposa. En la epíclesis de este sacramento los esposos reciben el Espíritu Santo como Comunión de amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Efe 5:32). El Espíritu Santo es el sello de la alianza de los esposos, la fuente siempre generosa de su amor, la fuerza con que se renovará su fidelidad.
III EL CONSENTIMIENTO MATRIMONIAL
1625
Los protagonistas de la alianza matrimonial son un hombre y una mujer bautizados, libres para contraer el matrimonio y que expresan libremente su consentimiento. "Ser libre" quiere decir:
- no obrar por coacción;
- no estar impedido por una ley natural o eclesiástica.
1626
La Iglesia considera el intercambio de los consentimientos entre los esposos como el elemento indispensable "que hace el matrimonio" (CIC, can. 1057,1). Si el consentimiento falta, no hay matrimonio.
1627
El consentimiento consiste en "un acto humano, por el cual los esposos se dan y se reciben mutuamente" (GS 48,1; cf CIC, can. 1057,2): "Yo te recibo como esposa" - "Yo te recibo como esposo" (OcM 45). Este consentimiento que une a los esposos entre sí, encuentra su plenitud en el hecho de que los dos "vienen a ser una sola carne" (cf Gén 2:24; Mar 10:8; Efe 5:31).
1628
El consentimiento debe ser un acto de la voluntad de cada uno de los contrayentes, libre de violencia o de temor grave externo (cf CIC, can. 1103). Ningún poder humano puede reemplazar este consentimiento (CIC, can. 1057, 1). Si esta libertad falta, el matrimonio es inválido.
1629
Por esta razón (o por otras razones que hacen nulo e inválido el matrimonio; cf. CIC, can. 1095-1107), la Iglesia, tras examinar la situación por el tribunal eclesiástico competente, puede declarar "la nulidad del matrimonio", es decir, que el matrimonio no ha existido. En este caso, los contrayentes quedan libres para casarse, aunque deben cumplir las obligaciones naturales nacidas de una unión precedente precedente (cf CIC, can. 1071).
1630
El sacerdote ( o el diácono) que asiste a la celebración del matrimonio, recibe el consentimiento de los esposos en nombre de la Iglesia y da la bendición de la Iglesia. La presencia del ministro de la Iglesia (y también de los testigos) expresa visiblemente que el matrimonio es una realidad eclesial.
1631
Por esta razón, la Iglesia exige ordinariamente para sus fieles la forma eclesiástica de la celebración del matrimonio (cf Cc. de Trento: DS 1813-1816; CIC, can. 1108). Varias razones concurren para explicar esta determinación:
- El matrimonio sacramental es un acto litúrgico. Por tanto, es conveniente que sea celebrado en la liturgia pública de la Iglesia.
- El matrimonio introduce en un ordo eclesial, crea derechos y deberes en la Iglesia entre los esposos y para con los hijos.
- Por ser el matrimonio un estado de vida en la Iglesia, es preciso que exista certeza sobre él (de ahí la obligación de tener testigos).
- El carácter público del consentimiento protege el "Sí" una vez dado y ayuda a permanecer fiel a él.
1632
Para que el "Sí" de los esposos sea un acto libre y responsable, y para que la alianza matrimonial tenga fundamentos humanos y cristianos sólidos y estables, la preparación para el matrimonio es de primera importancia:
- El ejemplo y la enseñanza dados por los padres y por las familias son el camino privilegiado de esta preparación.
- El papel de los pastores y de la comunidad cristiana como "familia de Dios" es indispensable para la transmisión de los valores humanos y cristianos del matrimonio y de la familia (cf. CIC, can. 1063), y esto con mayor razón en nuestra época en la que muchos jóvenes conocen la experiencia de hogares rotos que ya no aseguran suficientemente esta iniciación:
Los jóvenes deben ser instruidos adecuada y oportunamente sobre la dignidad, dignidad , tareas y ejercicio del amor conyugal, sobre todo en el seno de la misma familia, para que, educados en el cultivo de la castidad, puedan pasar, a la edad conveniente, de un honesto noviazgo vivido al matrimonio (GS 49,3).
1633
En numerosos países, la situación del matrimonio mixto (entre católico y bautizado no católico) se presenta con bastante frecuencia. Exige una atención particular de los cónyuges y de los pastores. El caso de matrimonios con disparidad de culto (entre católico y no bautizado) exige una aún mayor atención.
1634
La diferencia de confesión entre los cónyuges no constituye un obstáculo insuperable para el matrimonio, cuando llegan a poner en común lo que cada uno de ellos ha recibido en su comunidad, y a aprender el uno del otro el modo como cada uno vive su fidelidad a Cristo. Pero las dificultades de los matrimonios mixtos no deben tampoco ser subestimadas. Se deben al hecho de que la separación de los cristianos no se ha superado todavía. Los esposos corren el peligro de vivir en el seno de su hogar el drama de la desunión de los cristianos. La disparidad de culto puede agravar aún más estas dificultades. Divergencias en la fe, en la concepción misma del matrimonio, pero también mentalidades religiosas distintas pueden constituir una fuente de tensiones en el matrimonio, principalmente a propósito de la educación de los hijos. Una tentación que puede presentarse entonces es la indiferencia religiosa.
1635
Según el derecho vigente en la Iglesia latina, un matrimonio mixto necesita, para su licitud, el permiso expreso de la autoridad eclesiástica (cf CIC, can. 1124). En caso de disparidad de culto se requiere una dispensa expresa del impedimento para la validez del matrimonio (cf CIC, can. 1086). Este permiso o esta dispensa supone que ambas partes conozcan y no excluyan los fines y las propiedades esenciales del matrimonio; además, que la parte católica confirme los compromisos -también haciéndolos conocer a la parte no católica- de conservar la propia fe y de asegurar el Bautismo y la educación de los hijos en la Iglesia Católica (cf CIC, can. 1125).
1636
En muchas regiones, gracias al diálogo ecuménico, las comunidades cristianas interesadas han podido llevar a cabo una pastoral común para los matrimonios mixtos. Su objetivo es ayudar a estas parejas a vivir su situación particular a la luz de la fe. Debe también ayudarles a superar las tensiones entre las obligaciones de los cónyuges, el uno con el otro, y con sus comunidades eclesiales. Debe alentar el desarrollo de lo que les es común en la fe, y el respeto de lo que los separa.
1637
En los matrimonios con disparidad de culto, el esposo católico tiene una tarea particular: "Pues el marido no creyente queda santificado por su mujer, y la mujer no creyente queda santificada por el marido creyente" ( 1Co 7:14). Es un gran gozo para el cónyuge cristiano y para la Iglesia el que esta "santificación" conduzca a la conversión libre del otro cónyuge a la fe cristiana (cf. 1Co 7:16). El amor conyugal sincero, la práctica humilde y paciente de las virtudes familiares, y la oración perseverante pueden preparar al cónyuge no creyente a recibir la gracia de la conversión.
1638
"Del matrimonio válido se origina entre los cónyuges un vínculo perpetuo y exclusivo por su misma naturaleza; además, en el matrimonio cristiano los cónyuges son fortalecidos y quedan como consagrados por un sacramento peculiar para los deberes y la dignidad de su estado" (CIC, can. 1134).
1639
El consentimiento por el que los esposos se dan y se reciben mutuamente es sellado por el mismo Dios (cf Mar 10:9). De su alianza "nace una institución estable por ordenación divina, también ante la sociedad" (GS 48,1). La alianza de los esposos está integrada en la alianza de Dios con los hombres: "el auténtico amor conyugal es asumido en el amor divino" (GS 48,2).
1640
Por tanto, el vínculo matrimonial es establecido por Dios mismo, de modo que el matrimonio celebrado y consumado entre bautizados no puede ser disuelto jamás. Este vínculo que resulta del acto humano libre de los esposos y de la consumación del matrimonio es una realidad ya irrevocable y da origen a una alianza garantizada por la fidelidad de Dios. La Iglesia no tiene poder para pronunciarse contra esta disposición de la sabiduría divina (cf CIC, can. 1141).
1641
"En su modo y estado de vida, (los cónyuges cristianos) tienen su carisma propio en el Pueblo de Dios" (LG 11). Esta gracia propia del sacramento del matrimonio está destinada a perfeccionar el amor de los cónyuges, a fortalecer su unidad indisoluble. Por medio de esta gracia "se ayudan mutuamente a santificarse con la vida matrimonial conyugal y en la acogida y educación de los hijos" (LG 11; cf LG 41).
1642
Cristo es la fuente de esta gracia. "Pues de la misma manera que Dios en otro tiempo salió al encuentro de su pueblo por una alianza de amor y fidelidad, ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia, mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos cristianos" (GS 48,2). Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz, de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas de los otros (cf Gál 6:2), de estar "sometidos unos a otros en el temor de Cristo" (Efe 5:21) y de amarse con un amor sobrenatural, delicado y fecundo. En las alegrías de su amor y de su vida familiar les da, ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero:
¿De dónde voy a sacar la fuerza para describir de manera satisfactoria la dicha del matrimonio que celebra la Iglesia, que confirma la ofrenda, que sella la bendición? Los ángeles lo proclaman, el Padre celestial lo ratifica...¡Qué matrimonio el de dos cristianos, unidos por una sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Los dos hijos de un mismo Padre, servidores de un mismo Señor; nada los separa, ni en el espíritu ni en la carne; al contrario, son verdaderamente dos en una sola carne. Donde la carne es una, también es uno el espíritu (Tertuliano, ux. 2,9; cf. FC 13).
1643
"El amor conyugal comporta una totalidad en la que entran todos los elementos de la persona -reclamo del cuerpo y del instinto, fuerza del sentimiento y de la afectividad, aspiración del espíritu y de la voluntad-; mira una unidad profundamente personal que, más allá de la unión en una sola carne, conduce a no tener más que un corazón y un alma; exige la indisolubilidad y la fidelidad de la donación recíproca definitiva; y se abre a fecundidad. En una palabra: se trata de características normales de todo amor conyugal natural, pero con un significado nuevo que no sólo las purifica y consolida, sino las eleva hasta el punto de hacer de ellas la expresión de valores propiamente cristianos" (FC 13).
1644
El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: "De manera que ya no son dos sino una sola carne" (Mat 19:6; cf Gén 2:24). "Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total" (FC 19). Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del matrimonio. Se profundiza por la vida de la fe común y por la Eucaristía recibida en común.
1645
"La unidad del matrimonio aparece ampliamente confirmada por la igual dignidad personal que hay que reconocer a la mujer y el varón en el mutuo y pleno amor" (GS 49,2). La poligamia es contraria a esta igual dignidad de uno y otro y al amor conyugal que es único y exclusivo.
1646
El amor conyugal exige de los esposos, por su misma naturaleza, una fidelidad inviolable. Esto es consecuencia del don de sí mismos que se hacen mutuamente los esposos. El auténtico amor tiende por sí mismo a ser algo definitivo, no algo pasajero. "Esta íntima unión, en cuanto donación mutua de dos personas, como el bien de los hijos exigen la fidelidad de los cónyuges y urgen su indisoluble unidad" (GS 48,1).
1647
Su motivo más profundo consiste en la fidelidad de Dios a su alianza, de Cristo a su Iglesia. Por el sacramento del matrimonio los esposos son capacitados para representar y testimoniar esta fidelidad. Por el sacramento, la indisolubilidad del matrimonio adquiere un sentido nuevo y más profundo.
1648
Puede parecer difícil, incluso imposible, atarse para toda la vida a un ser humano. Por ello es tanto más importante anunciar la buena nueva de que Dios nos ama con un amor definitivo e irrevocable, de que los esposos participan de este amor, que les conforta y mantiene, y de que por su fidelidad se convierten en testigos del amor fiel de Dios. Los esposos que, con la gracia de Dios, dan este testimonio, con frecuencia en condiciones muy difíciles, merecen la gratitud y el apoyo de la comunidad eclesial (cf FC 20).
1649
Existen, sin embargo, situaciones en que la convivencia matrimonial se hace prácticamente imposible por razones muy diversas. En tales casos, la Iglesia admite la separación física de los esposos y el fin de la cohabitación. Los esposos no cesan de ser marido y mujer delante de Dios; ni son libres para contraer una nueva unión. En esta situación difícil, la mejor solución sería, si es posible, la reconciliación. La comunidad cristiana está llamada a ayudar a estas personas a vivir cristianamente su situación en la fidelidad al vínculo de su matrimonio que permanece indisoluble (cf FC; 83; CIC, can. 1151-1155).
1650
Hoy son numerosos en muchos países los católicos que recurren al divorcio según las leyes civiles y que contraen también civilmente una nueva unión. La Iglesia mantiene, por fidelidad a la palabra de Jesucristo ("Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquella; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio": Mar 10:11-12), que no puede reconocer como válida esta nueva unión, si era válido el primer matrimonio. Si los divorciados se vuelven a casar civilmente, se ponen en una situación que contradice objetivamente a la ley de Dios. Por lo cual no pueden acceder a la comunión eucarística mientras persista esta situación, y por la misma razón no pueden ejercer ciertas responsabilidades eclesiales. La reconciliación mediante el sacramento de la penitencia no puede ser concedida más que aquellos que se arrepientan de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo y que se comprometan a vivir en total continencia.
1651
Respecto a los cristianos que viven en esta situación y que con frecuencia conservan la fe y desean educar cristianamente a sus hijos, los sacerdotes y toda la comunidad deben dar prueba de una atenta solicitud, a fin de aquellos no se consideren como separados de la Iglesia, de cuya vida pueden y deben participar en cuanto bautizados:
Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar sus hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios (FC 84).
1652
"Por su naturaleza misma, la institución misma del matrimonio y el amor conyugal están ordenados a la procreación y a la educación de la prole y con ellas son coronados como su culminación" (GS 48,1):
Los hijos son el don más excelente del matrimonio y contribuyen mucho al bien de sus mismos padres. El mismo Dios, que dijo: "No es bueno que el hombre esté solo (Gén 2:18), y que hizo desde el principio al hombre, varón y mujer" (Mat 19:4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: "Creced y multiplicaos" (Gén 1:28). De ahí que el cultivo verdadero del amor conyugal y todo el sistema de vida familiar que de él procede, sin dejar posponer los otros fines del matrimonio, tienden a que los esposos estén dispuestos con fortaleza de ánimo a cooperar con el amor del Creador y Salvador, que por medio de ellos aumenta y enriquece su propia familia cada día más (GS 50,1).
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La fecundidad del amor conyugal se extiende a los frutos de la vida moral, espiritual y sobrenatural que los padres transmiten a sus hijos por medio de la educación. Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos (cf. GE 3). En este sentido, la tarea fundamental del matrimonio y de la familia es estar al servicio de la vida (cf FC 28).
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Sin embargo, los esposos a los que Dios no ha concedido tener hijos pueden llevar una vida conyugal plena de sentido, humana y cristianamente. Su matrimonio puede irradiar una fecundidad de caridad, de acogida y de sacrificio.
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Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la "familia de Dios". Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, "con toda su casa", habían llegado a ser creyentes (cf Hch 18:8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase "toda su casa" (cf Hch 16:31 y 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente.
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En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, "Ecclesia domestica" (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11).
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Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de su vida.
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Es preciso recordar asimismo a un gran número de personas que permanecen solteras a causa de las concretas condiciones en que deben vivir, a menudo sin haberlo querido ellas mismas. Estas personas se encuentran particularmente cercanas al corazón de Jesús; y, por ello, merecen afecto y solicitud diligentes de la Iglesia, particularmente de sus pastores. Muchas de ellas viven sin familia humana, con frecuencia a causa de condiciones de pobreza. Hay quienes viven su situación según el espíritu de las bienaventuranzas sirviendo a Dios y al prójimo de manera ejemplar. A todas ellas es preciso abrirles las puertas de los hogares, "iglesias domésticas" y las puertas de la gran familia que es la Iglesia. "Nadie se sienta sin familia en este mundo: la Iglesia es casa y familia de todos, especialmente para cuantos están `fatigados y agobiados' (Mat 11:28)" (FC 85).
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