
Hola a todos.
No hace mucho tiempo, por ejemplo, el oír el sonido de un tiro provocaba sobresalto, miedo y temor. No es que hoy en día deje de serlo, pero ahora tenemos también unas nuevas "cepas" que consiguen lo mismo: la del estornudo y la tos.
Somos capaces de leer palabras como "apocalipsis", "demonios", "mostruos" y "muerciélagos", y estas pueden infundir temor en nuestros corazones. Pero ahora, en los días presentes, la palabra "coronavirus" también puede alterar nuestros corazon-itis

La Santa Palabra de Dios nos habla de una enfermedad devastadora en aquella época. Sin los adelantos de nuestra actual civilización, las personas enfermas no tenían cura. Una enfermedad que se propagaba a través de un agente invisible, muy contagioso, por el aire y de persona a persona. Hablamos de la lepra, una cosa que a día de hoy con fármacos como rifampicina, dapsona o clofazimina se cura. Estos fármacos matan al patógeno y sana al paciente.
La palabra hebrea para nombrar esta enfermedad es tzara'at (צרעת) y esta a su vez proviene de la raíz hebrea tzara (צרע) que significa "postrarse", lo cual no es de extrañar porque la persona afectada podía quedar en un estado de parálisis.
¿Qué remedios usaban contra esta enfermedad? Leamos el siguiente pasaje de (Levítico 13:45-46).
«La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: "¡Impuro, impuro!". Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento».
Seguro que a más de un lector le habrá venido a la mente el actual uso de la mascarilla para cubrirnos la boca y las medidas de cuarentena que nos imponen para vivir apartados de los demás.
En todo caso, las cosas cambian con Jesús, Médico de médicos. ¡¿Quién como Dios!? Porque la lepra de hoy en día afecta más que a nuestra piel: afecta a nuestra alma (castigo que merecemos todos los pecadores apartados de nuestro Señor).
«Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra» (Mateo 8:2-4).
Si nos postramos ante Jesús, si nos rendimos y entregamos totalmente a Él, sin duda nos cura de nuestra enfermedad, nos limpia como a ese leproso que tanto lo necesitaba. Tengamos fe en ello pues la misma nos salva, como la fe de ese centurión romano que salvó la vida de su sirviente.
Solo Dios puede curar la tzara'at definitivamente. No depositemos tanta esperanza en las farmacéuticas ni tengamos tanta fe en una vacuna.
El diablo es ese agente invisible que contamina al hombre. El único fármaco que tenemos contra él es el de la Eucaristía: cuerpo y sangre de nuestro Señor Dios que se humilló hasta lo máximo para hacerse hombre (y habitar entre nosotros como hombre).
El diablo es el opositor, va contra Dios. Si Dios une, el diablo desune, divide. Y hoy en día, su presencia está muy viva en la división que ha generado todo esto de la pandemia del coronavirus. ¿Será alguien capaz de ver al "coronavirus" (diablo) en esta pandemia?
Que el Señor nuestro Dios Verdadero les bendiga.
No hace mucho tiempo, por ejemplo, el oír el sonido de un tiro provocaba sobresalto, miedo y temor. No es que hoy en día deje de serlo, pero ahora tenemos también unas nuevas "cepas" que consiguen lo mismo: la del estornudo y la tos.
Somos capaces de leer palabras como "apocalipsis", "demonios", "mostruos" y "muerciélagos", y estas pueden infundir temor en nuestros corazones. Pero ahora, en los días presentes, la palabra "coronavirus" también puede alterar nuestros corazon-itis


La Santa Palabra de Dios nos habla de una enfermedad devastadora en aquella época. Sin los adelantos de nuestra actual civilización, las personas enfermas no tenían cura. Una enfermedad que se propagaba a través de un agente invisible, muy contagioso, por el aire y de persona a persona. Hablamos de la lepra, una cosa que a día de hoy con fármacos como rifampicina, dapsona o clofazimina se cura. Estos fármacos matan al patógeno y sana al paciente.
La palabra hebrea para nombrar esta enfermedad es tzara'at (צרעת) y esta a su vez proviene de la raíz hebrea tzara (צרע) que significa "postrarse", lo cual no es de extrañar porque la persona afectada podía quedar en un estado de parálisis.
¿Qué remedios usaban contra esta enfermedad? Leamos el siguiente pasaje de (Levítico 13:45-46).
«La persona afectada de lepra llevará la ropa desgarrada y los cabellos sueltos; se cubrirá hasta la boca e irá gritando: "¡Impuro, impuro!". Será impuro mientras dure su afección. Por ser impuro, vivirá apartado y su morada estará fuera del campamento».
Seguro que a más de un lector le habrá venido a la mente el actual uso de la mascarilla para cubrirnos la boca y las medidas de cuarentena que nos imponen para vivir apartados de los demás.
En todo caso, las cosas cambian con Jesús, Médico de médicos. ¡¿Quién como Dios!? Porque la lepra de hoy en día afecta más que a nuestra piel: afecta a nuestra alma (castigo que merecemos todos los pecadores apartados de nuestro Señor).
«Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: "Señor, si quieres, puedes purificarme". Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Lo quiero, queda purificado". Y al instante quedó purificado de su lepra» (Mateo 8:2-4).
Si nos postramos ante Jesús, si nos rendimos y entregamos totalmente a Él, sin duda nos cura de nuestra enfermedad, nos limpia como a ese leproso que tanto lo necesitaba. Tengamos fe en ello pues la misma nos salva, como la fe de ese centurión romano que salvó la vida de su sirviente.
Solo Dios puede curar la tzara'at definitivamente. No depositemos tanta esperanza en las farmacéuticas ni tengamos tanta fe en una vacuna.
El diablo es ese agente invisible que contamina al hombre. El único fármaco que tenemos contra él es el de la Eucaristía: cuerpo y sangre de nuestro Señor Dios que se humilló hasta lo máximo para hacerse hombre (y habitar entre nosotros como hombre).
El diablo es el opositor, va contra Dios. Si Dios une, el diablo desune, divide. Y hoy en día, su presencia está muy viva en la división que ha generado todo esto de la pandemia del coronavirus. ¿Será alguien capaz de ver al "coronavirus" (diablo) en esta pandemia?
Que el Señor nuestro Dios Verdadero les bendiga.